Día mundial de la poesía

Nunca he sido simpatizante de causas impostadas, de días señalados en los calendarios con vanos y oscuros fines, humo como figurante de las apariencias de un mundo imaginado desde organismos oficiales que nada tienen que ver con la vida a pie descalzo. En el calendario se apuntan citas y recordatorios diversos por el miedo a olvidar la visita con el médico, la entrevista con la profesora del hijo, el reparto del butano... Pero dudo que nadie tenga anotación alguna en los almanaques de pared, en los que se usan de verdad, sobre el día mundial de la poesía ni sobre otras gaitas al uso.
Pero sí. Hay alguien que se ha molestado en establecer un día mundial de la poesía. Veintiuno de marzo le han puesto por fecha, artificiosamente acordada en una reunión de la Unesco en 1999. Las excusas son diversas, pero hay una que llama mi atención sobre las demás, "...crear una imagen atractiva de la poesía en los medios de comunicación para que el arte de la poesía ya no se considere una forma anticuada de arte, sino uno.". No sé qué tipo de estudio sociológico se hizo en su momento para llegar a semejante conclusión. Como si en algún momento la poesía hubiera dejado de evolucionar. Como si se hubiera quedado en la época de Garcilaso de la Vega. Por esa regla de tres se podría decir que también la pintura y la escultura se han quedado anticuadas (prometo buscar si también existe algún día internacional de estas artes). Nunca fue la poesía arte mayoritario ni pródigo en ventas. Seguramente se contarían más productores que lectores, pero los hay dentro de la general escasez lectora si exceptuamos los chats, "what's app" y sms y absurdos correos electrónicos con la tontería por tema. Los hay y siempre los habrá. Es un arte vivo, minoritario, con su buen coro de plañideras que anticipan una pérdida que nunca llegará mientras exista la sensibilidad poética que, apostada frente al blanco de la posibilidad creativa, abstrae el sentimiento a la palabra y vibra al recrearla como autor o como lector. Seguramente la mejor poesía de nuestros días anda lejos de los círculos editores clásicos y se desliza y pasa casi inadvertida entre múltiples formatos electrónicos. Es su prueba de adaptación al medio y su garantía de futuro con día internacional o sin él. Otra cosa es que alguien pretenda vivir de ella... Hambre le auguro.

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