La excepción

Existe en casi todos los ámbitos, en todas las materias, incluso en las más científicas y exactas. La indeterminación en matemáticas no es más que eso: la excepción. Como existe en las reglas ortográficas y en la rutina prolongada de nuestra vida. El desorden en lo previsible, en lo esperado, la posibilidad de escapar a un destino dibujado por unas reglas asumidas como verdaderas e intocables. Se presenta rebelde y contestataria, como una revolución siempre necesaria, hoy más que nunca. Para mi deleite y admiración he visto cómo se puede dar hasta en la desesperanzante impunidad a la que me refería hace unos días en otro texto publicado en esta ventana de disertaciones inconexas -o escasamente conectadas- que es este blog.
Geir Haarde, quien fuera primer ministro islandés cuando en 2008 este país quebró ante la voracidad y especulación financiera de sus tres bancos, se sienta estos días en el banquillo de los acusados por negligencia, por incompetencia, por no regulación, por su responsabilidad en dejar al pueblo que le había elegido en la miseria. No se le juzga por un delito activo. Sus manos no están manchadas de sangre, ni de dinero sucio y corrupto a cambio de favores, están manchadas de ineptitud, de clara ineficiencia e incapacidad para desempeñar el cargo para el que fue elegido. Cómo estarían los juzgados del estado español si se aplicara el mismo criterio. Qué vacías estarían las listas de unos partidos políticos, cunas de impunes, si en algún momento hubiera de derimirse responsabilidad alguna por las mentiras dichas o calladas, por las promesas incumplidas. No se juzga ni siquiera un error. Se juzga el no haber hecho nada o algo manifiestamente insuficiente para evitar el desastre económico... Una excepción gloriosa. Curiosamente, mientras aquí estamos hipotecando el futuro de varias generaciones con recortes y condiciones laborales del siglo XIX, Islandia ya tiene su economía en crecimiento y un futuro digno como pueblo que le ha de preservar, a buen seguro, de la voracidad dictatorial de unos mercados de dueños desconocidos y de la mediocridad interesada e impune de una clase política que se sabe a salvo de todo.
Hoy se presenta así, como un resquicio en la desidia, una puerta a la esperanza a más de mil kilómetros de la tierra firme y sesuda del continente europeo -mucho mar mediante-, entre un suelo hirviente y desérticos pastizales, la excepción a las reglas hechas a medida de unos pocos, la rebelión de la gramática impune. Un faro hoy. Mi faro.

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