El susurrador de ovejas

La inmensidad cobraba un color dorado a esa hora en la que el sol mediaba el declive hacia la noche. La primavera lamía el primer verano. El pasto empezaba a perder la frescura de las lluvias de Abril y el rebaño lo notaba y parecía contagiarse del amarillo en la lana que habría de abrigar otros cuerpos. Cuerpos ajenos al momento brillante contemplado a distancia por el pastor, sentado en la ladera, dominando la pendiente y el descenso pausado de seres lanudos de calma esencia. El tallo de una hierba aromática sostenida en los labios a modo de falso e innecesario cigarro para apaciguar los sinsabores de una soledad cotidiana, tan compartida, sin embargo. Los días pasaban así, de mañanas a noches andadas sobre caminos y prados, de horas a horas de silencio, de pensamiento y observación. Podía reconocer a cada una de sus ovejas aún en la lejanía, en los días de niebla fría o en los de calima ardiente, y aún más, podía conocer su estado de ánimo, su felicidad o su tristeza difuminada en su sencilla y sumisa forma de vida, el sufrimiento o la enfermedad oculta o aún no manifestada, incipiente en la psique. A poco que se preste un mínimo de atención, los años de rutina traen eso, el conocimiento, el saber por un gesto, por una mueca, por el andar, por la expresión, por el silencio, la costumbre. Él contaba además con una ventaja: las ovejas no saben mentir, ni disimular, ni tienen por qué hacerlo. Sus expresiones siempre eran transparentes y alejadas de subterfugios o intenciones ocultas. Había aprendido a interpretar sus registros guturales transformándolos en lenguaje inteligible al entendimiento básico humano. Se sabía armado del don de la comunicación entre la especie humana y la especie ovina y eso, lejos de dotarle de un dominio sobrero y soberbio sobre los cuadrupedos lanudos, le imbuía el acicate necesario para seguir interesándose por un trabajo iniciado tantos años atrás con un entusiasmo que pocos compartían en su casi extinta profesión. Mientras sus compañeros de gremio mataban las horas de camino con un transistor, él cargaba en sus alforjas libros, revistas y un cuadernillo de campo donde anotaba lo más relevante de sus "conversaciones". Arrimando sus labios castigados de intemperie a las orejas aterciopeladas de las ovejas susurraba palabras tranquilizadoras cuando notaba que alguna de ellas se sentía inquieta, de ánimo cuando las notaba tristes. Su cuadernillo destilaba un rosario de estadios emocionales. "23 de Mayo. Remigia. Mal de amores. No lleva bien que Gonzalo sea semental. Le he prometido que mañana quedarán sólos en el corral. Balido sostenido con reverberación final. Contenta". Salpicaban estas notas grafismos de flechas y precisos dibujos de rostros ovinos. "24 de Mayo. Roberta y Galilea. Dudas existencialistas. Inquietudes sobre el más allá. Han discutido por tener diferentes puntos de vista sobre el orígen del Universo. Abrazo a las dos, les recuerdo que sobre todo son amigas. Tres balidos breves. Mañana Stephen Hawking a la alforja para lectura en los alcornocales". Cada dos o tres páginas siempre se repetía una anotación con el mismo nombre. "28 de Mayo. Socrática. Silencio. Seguimos igual. Sin expresión definida". Socrática era la excepción, el enigma, el misterio, la desesperación, la atracción y el silencio siempre. Más días solitaria que en manada, insurrecta a los ladridos del perro ovejero. Un pelaje desaliñado, poca leche y escasez de carnes no fueron impedimento para conservarla en el rebaño durante años sin saber muy bien por qué, si por error, si por capricho, si por reto. Lo cierto es que la admiraba como uno admira un cuadro impresionista, por la indefinición, por las sensaciones que sus trazos dispersos concentran en el ojo, en el alma.
Aquella tarde, en la hora de luz semilunar, mientras el rebaño declinaba de forma autómata hacia el cercado notó la proximidad de un morro humedecido junto a su oreja carnosa."Mira la estampa. ¿Te reconforta, verdad? Te sientes dotado de un poder divino capaz de guiar, de instruir, de apaciguar, de crear un mundo a medida de un rebaño al que supones feliz... O tal vez sea un mundo a tu medida, el que necesitas para no sentirte vacío como humano.... El que te gustaría para ti. Vida simple (sólo aparentemente) y guiada, sentido pleno... Pero, amigo, quién te susurrará a ti. ¿Quién te susurra en tu vacua soledad?¿Quién te sueña en tus noches de desvelo? Prueba a pastorear sin perro, prueba a guardar la luna sin cercados, prueba... Y una lengua tersa y musculosa lamió su lóbulo ante un estremecimiento eléctrico y un erizar de vellosidades. Se acarició a sí mismo en un acto reflejo y notó que un tacto lanar y esponjoso brotaba de sus hombros. Tres balidos en eco. El perro ladraba en círculos a su alrededor.


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