Los putos amos
- No hubo otra solución que inducir el miedo en vena.
Lo dijo la doctora Gálvez en medio del congreso médico que sucedió a una de las crisis económicas más devastadoras de la historia y que, precisamente, como buen congreso de expertos que se precie, se había reunido, básicamente, para intentar explicar por qué sucedieron las cosas como sucedieron y no de otra manera. Después ya saldría el informe que recogería las conclusiones con las aportaciones de cada ponente con la misma estructura. Como se dio A, por narices se tuvo que dar B y así, hechos consecuentes se transformarían en verdades inmutables.
- Es curioso -así inició su discurso desde la plataforma de oradores. -Es curioso que haya tenido que ser el Gabinete Médico de Emergencia quien haya tenido que tomar el mando de la situación. Pero la deriva de los acontecimientos no dejó otra opción.
La doctora Gálvez dirigía sus palabras introductorias desde un taburete tipo bar -no cualquier bar, uno elegante y de diseño, de esos donde se toman cócteles y no cañas- a un público que se mantenía en penumbra. Tuvo la impresión de ser una cantautora aferrada a su guitarra que leía sus versos musicados para deleite de un público borroso que parecía esperar nuevas revelaciones existenciales. A diferencia de sus colegas de profesión, ella gustaba de vestir literariamente sus ponencias, de dotarlas de estructuras narrativas que bordeaban lo literario en diversos géneros participados de lo negro y de la intriga, del misterio adornado de metáforas ocurrentes que guiaban sus ponencias hacia resoluciones sorprendentes y que solían arrancar de la indiferencia y el adormecimiento al resto de sus acomodados compañeros de gremio.
- El síndrome había mutado a peor, como el mísero que bebe de sus miserias y en sus miserias se revuelca, cada vez había más individuos aquejados de alienación realístico-sensorial en su grado máximo, en la variante que, acertadamente, el doctor Silva de Güemes llamó "O Sindrome do amo do mundo", más conocido como SAM.
Siva de Güemes, Horacio para ella, había compartido su proyecto de estudio médico-psicológico sobre la alienación de la casta dirigente mundial en numerosas sesiones de trabajo del Gabinete Médico de Emergencia. Proyecto, ideas, horas y papeles, y pieles y besos encendidos por la pasión que despertaron los hallazgos sobre los desvaríos humanos de grandeza. El calor de la proximidad y la costumbre. Por eso quiso hacer ese guiño hacia la penumbra en la que dudaba, y sin embargo esperaba, se encontrara Horacio.
- Y aún así -continuó- análisis posteriores determinaron que ni siquiera el mal del que aquejaron personajes históricos como Julio César, Napoleón o Hitler era el mismo que afectaba a los dirigentes que hasta hace unos días regían los destinos del mundo. No. Éstos, aún en su fase delirante, buscaron la complicidad de las masas, gustaron del populismo o, por lo menos, del mayor número de palmeros posibles a sus gestas o a sus desastres perpetrados-. Hizo una breve pausa para dar un trago al vaso de agua que tenía en una especie de mesilla coctelera a juego con el distinguido taburete que ocupaba. Inconscientemente volvió a buscar a Horacio entre la multitud. Tal vez no estuviera. Al final sus puntos de vista tomaron caminos diferentes, especialmente desde que ofrecieron a Horacio un cargo de bastante altura en el Ministerio de Sanidad y Juicio Público, organismo del que dependía el Gabinete Médico de Emergencia. -Ahí encontramos una variación en la cepa vírica de la pandemia -siguió hablando, ahora con voz más clara y briosa-, una variación definitiva que me llevó a proponer a la comunidad científica un nuevo término que gozó del común acuerdo médico para rebautizar el síndrome como SPAM, el Síndrome del Puto Amo del Mundo.
Una ovación atronadora y reverberante inundó la sala de congresos durante unos minutos. A la doctora Gálvez se le hicieron largos y complacientes, aunque falsamente intentara detenerlos con alguna mueca o gesto que pretendidamente quería retomar su monólogo. Los muy estudiosos y expertos en cualquier tema se gustan a sí mismos y se vanaglorian de sus hallazgos conceptuales. Cuando encuentran un concepto que creen perfectamente adaptado a la definición del objeto de estudio o del problema por resolver, lo consideran el primer paso para una solución que muchas veces no llega a darse. No basta con identificar un problema. Hay que ponerle el nombre más acertado posible y se generan verdaderas competiciones en este campo (el paso de SAM a SPAM había sido el principio del fin de su relación con Horacio). La finalidad del estudio, la resolución del problema queda en un segundo plano. Finalmente la doctora retomó su discurso crecida por la sintonía con un público que parecía pedirle más, como unos bises musicales. Se sintió nuevamente cantautora en recital de liberación.
- Las masas encefálicas de estos pacientes presentaron todas la misma carencia de la enzima que alimenta la compasión por el prójimo, el entendimiento genérico del sufrimiento ajeno. No fue de extrañar que las decisiones que se iban tomando estuvieran cada vez más cargadas de una falta de sintonía con la realidad que pretendían ordenar. El orden es algo relativo. Ustedes lo saben. Las normas varían y se modifican como variamos y nos modificamos los que existimos en un lugar o en otro del mundo. Eso forma parte de la evolución homínida y nunca fue misión del Gabinete interferir en este proceso. Pero ni siquiera nuestra asepsia observadora pudo ser ajena e imparcial a la deriva de una clase dirigente ensimismada en un objetivo único: supeditar la existencia a su doctrina económica, la lanza y el escudo de una batalla desigual en la que sólo una minoría tenía las armas.
Nueva ovación. Nueva pausa meditada. Detrás de su figura arropada por un elegante vestido blanco de corte estrecho apareció una pantalla gigante que empezó a iluminarse con unas letras azules de cadencia estudiada que recorrieron geométricamente la planicie de la proyección hasta formar un logotipo con la inscripción Fearmed. Ahora parecía un resplandor, un holograma sobre el fondo azul. La cantautora serena iba a dar paso, sin duda, a la parte pop de su discurso, el desenlace rítmico y cadente.
Lo dijo la doctora Gálvez en medio del congreso médico que sucedió a una de las crisis económicas más devastadoras de la historia y que, precisamente, como buen congreso de expertos que se precie, se había reunido, básicamente, para intentar explicar por qué sucedieron las cosas como sucedieron y no de otra manera. Después ya saldría el informe que recogería las conclusiones con las aportaciones de cada ponente con la misma estructura. Como se dio A, por narices se tuvo que dar B y así, hechos consecuentes se transformarían en verdades inmutables.
- Es curioso -así inició su discurso desde la plataforma de oradores. -Es curioso que haya tenido que ser el Gabinete Médico de Emergencia quien haya tenido que tomar el mando de la situación. Pero la deriva de los acontecimientos no dejó otra opción.
La doctora Gálvez dirigía sus palabras introductorias desde un taburete tipo bar -no cualquier bar, uno elegante y de diseño, de esos donde se toman cócteles y no cañas- a un público que se mantenía en penumbra. Tuvo la impresión de ser una cantautora aferrada a su guitarra que leía sus versos musicados para deleite de un público borroso que parecía esperar nuevas revelaciones existenciales. A diferencia de sus colegas de profesión, ella gustaba de vestir literariamente sus ponencias, de dotarlas de estructuras narrativas que bordeaban lo literario en diversos géneros participados de lo negro y de la intriga, del misterio adornado de metáforas ocurrentes que guiaban sus ponencias hacia resoluciones sorprendentes y que solían arrancar de la indiferencia y el adormecimiento al resto de sus acomodados compañeros de gremio.
- El síndrome había mutado a peor, como el mísero que bebe de sus miserias y en sus miserias se revuelca, cada vez había más individuos aquejados de alienación realístico-sensorial en su grado máximo, en la variante que, acertadamente, el doctor Silva de Güemes llamó "O Sindrome do amo do mundo", más conocido como SAM.
Siva de Güemes, Horacio para ella, había compartido su proyecto de estudio médico-psicológico sobre la alienación de la casta dirigente mundial en numerosas sesiones de trabajo del Gabinete Médico de Emergencia. Proyecto, ideas, horas y papeles, y pieles y besos encendidos por la pasión que despertaron los hallazgos sobre los desvaríos humanos de grandeza. El calor de la proximidad y la costumbre. Por eso quiso hacer ese guiño hacia la penumbra en la que dudaba, y sin embargo esperaba, se encontrara Horacio.
- Y aún así -continuó- análisis posteriores determinaron que ni siquiera el mal del que aquejaron personajes históricos como Julio César, Napoleón o Hitler era el mismo que afectaba a los dirigentes que hasta hace unos días regían los destinos del mundo. No. Éstos, aún en su fase delirante, buscaron la complicidad de las masas, gustaron del populismo o, por lo menos, del mayor número de palmeros posibles a sus gestas o a sus desastres perpetrados-. Hizo una breve pausa para dar un trago al vaso de agua que tenía en una especie de mesilla coctelera a juego con el distinguido taburete que ocupaba. Inconscientemente volvió a buscar a Horacio entre la multitud. Tal vez no estuviera. Al final sus puntos de vista tomaron caminos diferentes, especialmente desde que ofrecieron a Horacio un cargo de bastante altura en el Ministerio de Sanidad y Juicio Público, organismo del que dependía el Gabinete Médico de Emergencia. -Ahí encontramos una variación en la cepa vírica de la pandemia -siguió hablando, ahora con voz más clara y briosa-, una variación definitiva que me llevó a proponer a la comunidad científica un nuevo término que gozó del común acuerdo médico para rebautizar el síndrome como SPAM, el Síndrome del Puto Amo del Mundo.
Una ovación atronadora y reverberante inundó la sala de congresos durante unos minutos. A la doctora Gálvez se le hicieron largos y complacientes, aunque falsamente intentara detenerlos con alguna mueca o gesto que pretendidamente quería retomar su monólogo. Los muy estudiosos y expertos en cualquier tema se gustan a sí mismos y se vanaglorian de sus hallazgos conceptuales. Cuando encuentran un concepto que creen perfectamente adaptado a la definición del objeto de estudio o del problema por resolver, lo consideran el primer paso para una solución que muchas veces no llega a darse. No basta con identificar un problema. Hay que ponerle el nombre más acertado posible y se generan verdaderas competiciones en este campo (el paso de SAM a SPAM había sido el principio del fin de su relación con Horacio). La finalidad del estudio, la resolución del problema queda en un segundo plano. Finalmente la doctora retomó su discurso crecida por la sintonía con un público que parecía pedirle más, como unos bises musicales. Se sintió nuevamente cantautora en recital de liberación.
- Las masas encefálicas de estos pacientes presentaron todas la misma carencia de la enzima que alimenta la compasión por el prójimo, el entendimiento genérico del sufrimiento ajeno. No fue de extrañar que las decisiones que se iban tomando estuvieran cada vez más cargadas de una falta de sintonía con la realidad que pretendían ordenar. El orden es algo relativo. Ustedes lo saben. Las normas varían y se modifican como variamos y nos modificamos los que existimos en un lugar o en otro del mundo. Eso forma parte de la evolución homínida y nunca fue misión del Gabinete interferir en este proceso. Pero ni siquiera nuestra asepsia observadora pudo ser ajena e imparcial a la deriva de una clase dirigente ensimismada en un objetivo único: supeditar la existencia a su doctrina económica, la lanza y el escudo de una batalla desigual en la que sólo una minoría tenía las armas.
Nueva ovación. Nueva pausa meditada. Detrás de su figura arropada por un elegante vestido blanco de corte estrecho apareció una pantalla gigante que empezó a iluminarse con unas letras azules de cadencia estudiada que recorrieron geométricamente la planicie de la proyección hasta formar un logotipo con la inscripción Fearmed. Ahora parecía un resplandor, un holograma sobre el fondo azul. La cantautora serena iba a dar paso, sin duda, a la parte pop de su discurso, el desenlace rítmico y cadente.
- Los ensayos clínicos realizados revelaron que esta enzima sólo reaccionaba al compuesto fabricado por la empresa Fearmed. Se trataba de una sustancia sintética de elaboración compleja y costosa que iba más allá de la solución
química que cualquier medicina al uso podría haber aportado. Se
trataba de una combinación de hormonas de orígen animal que
conseguían lo que no habían conseguido las protestas sociales ni
sus tímidas insurrecciones. El miedo. Un miedo artificial,
implantado en un chip de liberación lenta. Un miedo como seguramente
nunca antes lo habían sentido, tan alejado de su impunidad
acostumbrada, tan real como eficaz. Miedo.
La sala permanecía en silencio
mientras en la pantalla gigante se iban sucediendo imágenes de
conocidos líderes políticos y responsables de importantes
organismos económicos mundiales en diferentes estadios de
desesperación. La iluminación azulada salpicada por los destellos
de las fotografías generaba un estampado colorido y cambiante en el
vestido blanco de la doctora Gálvez. Un aura mística, como de
alguien sobrepuesto y espectral, ceñía su figura que ella esperaba
aún sugerente, sobre todo para Horacio. Seguía sin poderlo
localizar, ni siquiera en los entornos donde sí había visto
sentados a alguno de sus afines y fieles colegas, los que no dudaron
en seguirle cuando abandonó el Gabinete y oponerse entonces a los
planteamientos divergentes que ella iniciara. El montaje fotográfico
siguió sucediéndose entre dolorosos gestos y lágrimas que parecían
desbordarse de la pantalla. Algunos acurrucados, recogidos en sí
mismos, hundidos.
-El abatimiento y la derrota que
observan no es casual. Están extraidos de los suburbios, de la
miseria. Es elixir del hambriento, del desesperado, del suicidado. Lo
digo literalmente. Fearmed
halló la manera de aislar y extraer minúsculas partículas de la
enzima miedosa, tan desarrollada en el común de los mortales y tan
atrofiada en las castas a las que pertenecen los individuos que se
les están presentando en imágenes. -Breve pausa. - Estamos hablando
de la democratización -esto sonó forzado- del miedo. No de curación
sino de liberación. Por eso actuó el Gabinete. No por presiones
interesadas como se ha llegado a decir. Estamos hablando de
liberación... ¿Cuánto vale eso? El miedo en vena, señoras y
señores, el miedo. Esa fue la solución.
Se
sintió definitivamente arropada por los aplausos de un público
entregado. Bebió agua, saludó y dio las gracias a los asistentes
para abandonar la zona de oratoria y dirigirse hacia la salida por el
pasillo central de la sala de congresos. Triunfadora. A las puertas
un corpulento azafato le hizo entrega de un voluptuoso ramo de rosas
acompañado de un sobre con el logotipo azulado de Fearmed.
Saludó brevemente a un antiguo colega y al darse la vuelta le
pareció reconocer el recorte de la silueta fornida de Horacio. Dudó
un momento en acelerar el paso y saludarle, pero permaneció quieta
ante el agasajo de palmeros sobrevenidos. Pensó que debía de estar
llorando en sus adentros, porque notó el regusto salado de unas
lágrimas que sabían a miedo.
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