Farrera

Quiero ser del color de las montañas. Del atardecer. De los amores de la infancia distante que pretendían ilusorias eternidades y mágicas señas. La impaciente espera de la adolescencia. Volver a la senda de la vida que pasa apartada de la cotidianidad urbanita, ensimismada en su estruendo y su carrera, en su vestido de ser indispensable. Y así me transporto yo, desde hace unas semanas y de la mano de Bikimel a un pequeño pueblo del Pallars Sobirà llamado Farrera que no conozco, pero se me representa en sonidos musicales con todo su colorido y traslucen, a través de su voz mágica, los paisajes calmos y encantados que albergan lo mismo seres fantásticos y minúsculos que pasiones que abrazan lo místico y lo sublime. Farrera Can Sons D.O. es uno de aquellos trabajos para escuchar despacio, alejado de lo convencional y de lo previsible, seguramente también de lo comercial, una atrevida exploración de la identidad sonora de esta recóndita localidad lleidatana que, según he ido sabiendo después, alberga también el Centre d'Art i Natura de Farrera, lugar que se me antoja casi imposible en los días de economía escasa que corren. Pero es en estos días que corren que también puedo deleitarme con este precioso canto poético a la naturaleza (el ser humano y sus pasiones también como partes de ella, también lo sobrehumano) y eso da aún más valor si cabe a este proyecto que destila el encanto del trabajo artesano, hecho a mimbres de pequeños descubrimientos ensamblados con la constancia y la ilusión de quien disfruta de sí mismo, pequeños tesoros sonoros hechos poesía y canción.
Hay pocas voces capaces de dibujar sentimientos. O más bien debería decir que encuentro pocas voces que dibujen en la evasión abstracta de mi conciencia los sentimientos que dan color y trazo a la belleza, al amor, al sufrimiento. Bikimel lo consigue. De hecho, a mi humilde entender, creo que podría hacer bueno cualquier estilo musical que se propusiera. Que se decante por la búsqueda de un estilo propio ajeno a los convencionalismos no puede hacer otra cosa que aumentar mi admiración por ella. Me encandiló su trabajo anterior, Stat Jònic, toda una demostración de calidad y de saber hacer recogida en un compendio de buenas canciones. Me planto ante su música como el espectador inexperto que admira un cuadro sin entender de técnica ni método, atrapado por las sensaciones, disfrutando, dejándome llevar al mundo onírico que se me representa. El sueño de una vida sencilla. Si quiero escuchar como suena ese mundo, pongo a Bikimel.


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