Prologando constataciones

Tenía ganas y muy buenas referencias. Así que cuando vi la Poesía completa de Manuel Vilas en una estantería no pude resistirme a su adquisición. Tengo que decir que, contrariamente a lo que suelo hacer, no hojée el libro al azar para leer algún poema. En la contraportada del mismo se indicaba que se recogían aquí incluso poemarios de la adolescencia del autor, así que me pareció un ejercicio más que interesante empezar a leer sus primeros poemas y ver la evolución temporal. De qué se desprende y qué adquiere su poesía con el paso de los años. No contento con eso, me dije, además que empezaría por el prólogo (escrito por el propio autor), algo que casi nunca suelo hacer puesto que no me gusta que me refieran nada sobre lo que voy a leer (si los leo, es al final o a mitad de lectura, cuanto menos). Pero así lo hice, empecé por el prólogo.

No creo que pase, pero si alguien espera una reseña de la obra de Vilas ya puede dejar de leer el artículo aquí mismo. No he pasado del prólogo aún por diferentes motivos ocupacionales y límites horarios a mis prologadas vigilias, pero es que el final de esta introducción a la edición contiene una reflexión que me ha parecido digna de mención. Habla de la poesía, pero podría aplicarse a más de una manifestación artística. Lo resumiré en un lacónico "el autor se lamenta de que no ha podido vivir de la poesía". Nada nuevo hasta aquí. Sólo que si uno se adentra en la biografía de Vilas se da cuenta que es uno de los autores más reconocidos y premiados en el panorama literario español contemporáneo, lo cual me deja, de entrada, dos conclusiones: la primera es que casi me avergüenzo de no haber leído más que algunos poemas sueltos y prosados de su libro "Calor". La segunda, es que el panorama comercial de la poesía es más que complicado, por lo menos para algunos. Vilas lo dice además de una forma demoledora:

"...Hay una cosa que quiero decir antes de irme, y es tal vez lo más importante de todo cuanto estoy señalando aquí, además es lo único real: no conseguí vivir de mi trabajo literario. No es baladí esta afirmación. Significa que lo que yo hice durante todos estos años, que el trabajo y las miles de horas que gasté en escribir esta obra poética, no valieron nada. No me sirvieron para poder pagar facturas, la luz y el gas, el pan y la carne, el abrigo y los zapatos, para poder pagar el alquiler (...). Cuando los poetas dicen que no se puede vivir de la poesía, afirmación que se repite como una gracia, no son conscientes de que esa idea puede acabar confirmando el hecho de que la poesía no tiene ningún interés en este mundo. Yo luché por intentar vivir de la poesía, no porque no supiera ganarme la vida de otra forma (...), sino porque quise que la poesía tuviera sentido en este mundo. Quise que la poesía fuera grávida.
Fracasé en eso. No conseguí vivir de la poesía. Pero es también entonces el fracaso de toda una cultura literaria y de todo un país. No se trata de dinero, se trata de la dignidad de la poesía bajo el peso del capitalismo. Se trata de tomarse la poesía en serio. No tomarse la poesía en serio me parece una aberración moral propia del subdesarrollo. ¿Por qué los poetas no podían vivir de la poesía si a ella entregaban su vida? La razón es simple: éramos unos muertos de hambre, nadie nos tomó en serio. Éramos mendigos. Todos los grandes poetas de la Historia fueron mendigos.
La poesía es el triunfo de la mendicidad.
(...) Y tiene gracia ver, pasadas las décadas, cómo la cultura oficial dedica homenajes y páginas impresas a auténticos mendigos y muertos de hambre. Si no se podía vivir de la poesía, no era porque la poesía fuese algo sagrado (hasta los curas y el Papa tienen un sueldo) sino porque no le importaba a nadie. Yo intenté que importara, por eso escribí como escribí. Quise meter la poesía en el corazón de la gente, quise que existiera, que ocupara un lugar bajo el sol, como ocupan un lugar bajo el sol una tostadora, un automóvil o unos zapatos nuevos. Quise que la poesía fuese un bien material para que todos los hombres pudieran usarla como se usa una tostadora, un automóvil o unos zapatos nuevos. Ya me voy, añado este grito de guerra: poetas miserables de la tierra, alzaos en armas. Mirad a ver si os dan dos dólares por un verso. Mientras tanto, yo os mando un beso. Adios."


Contrastan con estas palabras las caras satisfechas de un grupo de autores, vamos a decir jóvenes, en este artículo del diario "El Mundo" que titula como la "generación superventas de la poesía". Números de escándalo contando con que estamos hablando del género literario que se dice en verso. 60.000 ejemplares vendidos, por ejemplo, de un título que edita un sello independiente como Frida, fundado por algunos de los autores, más de 40 títulos publicados en dos años. El éxito comercial es innegable. Más que lectores se cuentan followers en redes sociales, el medio del que han surgido y han conquistado entendiéndolo como lo que es, un lugar de conversación. Han sabido conversar y conectar con un público muy joven utilizando un lenguaje de imagenes sencillas, de historias cotidianas que han enganchado a una masa considerable que siguen sus publicaciones incondicionalmente. Efectivamente, Marwan, Diego Ojeda, Luis Ramiro, María Cabañas o Defreds, forman parte de esa generación que, contradiciendo a Vilas, sí están viviendo de su trabajo literario. Que han sabido sacar la poesía del ámbito de las páginas que acumulan polvo y aprovechan los registros audiovisuales al máximo. Las grandes editoriales también se han lanzado a la caza de nuevas voces capaces de hacer versos de éxito en la red y trasladarlo a la cuenta de resultados de la editorial. El negocio está ahí ahora. Tampoco sé hasta cuándo. Los puristas les niegan casi la condición de poetas y dudan de la calidad de sus creaciones. No lo sé. No soy crítico ni lo pretendo. No los he leído tanto. Por no decir que los he leído muy poco. Sólo constato que tampoco me resulta atractiva su propuesta, pero eso es cosa mía, no quiere decir que no tenga calidad. Quiere decir que encuentro más poesía en el maletero del HU-4091-L de Vilas que en lo que he leído y escuchado de Marwan. Quiere decir que para mí el éxito es algo que está muy alejado del número de ventas, de los followers, y de los likes, Quiere decir también que les envidio, joder si les envidio, porque pueden pagar sus facturas con su creación. Y yo no.



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